La cantidad de colesterol en los
alimentos ya no es tan importante y será una recomendación que reemplazará a la
que ha existido por más de 40 años
Si usted, amable lector,
tiene 50 años o menos, estoy seguro de que ha crecido escuchando, de múltiples
fuentes, que el colesterol en la comida era casi el equivalente a un veneno.
Probablemente se lo dijo su mamá, su novia o esposa y hasta la abuelita, ¡Cuidado
con esa carne o ese huevo que tiene mucho colesterol! Pues ahora las cosas van
a ser diferentes en el futuro. La semana pasada, el Comité Asesor de Guías de
Alimentación del Gobierno Federal de Estados Unidos concluyó que el colesterol
de los alimentos no es un nutriente cuyo consumo exagerado deba causar
preocupación.
En palabras sencillas, el comité ha
dicho: no se preocupen por el colesterol de su comida. Ante tan
aparentemente contradictoria noticia, son muchos los que han expresado su
estupor y reclaman por qué ahora resulta que es bueno lo que hasta ayer era
malo.
Fundamental para la vida
En ese proceso de demonización del
colesterol, nos hemos olvidado de que esa sustancia es fundamental para la
vida. Para empezar, el colesterol no es una grasa, sino más bien un tipo de
cera, parecida a la cera de los panales de abejas, pero más líquida y que,
cuando se encuentra en exceso en la sangre, obstruye las arterias y causa
enfermedades cardiovasculares. Pero el colesterol es un componente fundamental
de la estructura de las células, sin colesterol en nuestras células seríamos
una especie de malaguas o gelatinas sin forma ni estructura.
El colesterol forma parte de la
estructura de las fibras nerviosas y sirve para fabricar hormonas sexuales
(testosterona y estrógenos), vitamina D y bilis que sirve para digerir las
grasas. Es decir, el colesterol es tan importante para la vida como lo es el
agua o el oxígeno del aire.
Las actuales recomendaciones sobre el
consumo del colesterol están en la guía de alimentación del Gobierno Federal de
Estados Unidos del 2010, la cual se actualiza cada cinco años.
En ella, se dice que la máxima cantidad
de colesterol en la dieta debe ser de 300 miligramos por día, que la cantidad
de colesterol en la comida está directamente relacionada a un aumento del
colesterol malo o LDL, y que consumir menos de 300 miligramos por día en una
persona sana o menos de 200 miligramos en una persona con enfermedad existente
puede reducir el riesgo de sufrir enfermedades del corazón.
La recomendación recalca que la mejor
manera de reducir el colesterol de la sangre es disminuyendo el consumo de los
alimentos que se sabe son ricos en colesterol, entre ellos la yema de huevo,
las carnes rojas y los mariscos.
Nuevas recomendaciones
Durante los cuatro años siguientes a la
publicación de la última guía, se van coleccionando los estudios científicos
sobre nutrición y salud que se publican en las principales revistas médicas del
mundo, estudios que son catalogados y analizados en sucesivas reuniones por el
comité asesor de guías de alimentación del Gobierno Federal de Estados Unidos.
Una vez analizadas, los miembros del comité redactan un documento en el que
vuelcan sus recomendaciones para la que será la nueva guía de alimentación.
La última reunión del comité fue el 15
de diciembre del 2014 y su reporte fue dado a conocer la semana pasada. Es,
precisamente, en ese reporte que se lanzó la bomba de que el colesterol de la
comida ya no debe ser motivo de preocupación.
Las nuevas recomendaciones han sido
enviadas al Departamento de Salud y Servicios Humanos y al Departamento
de Agricultura, que usualmente adoptan las recomendaciones de su comité asesor
sin mayor cambio. Se espera, por lo tanto,que la nueva guía de alimentación del
Gobierno Federal de Estados Unidos, que se publicará este año, contendrá, en
sus recomendaciones, que la cantidad de colesterol en los alimentos ya no
es tan importante, una recomendación que reemplazará a la que existía por
más de 40 años.
Razones para el cambio
La principal razón para decir que el
colesterol en la comida ya no debe ser motivo de preocupación es que en estos
últimos cinco años ha quedado claro que el colesterol de la sangre, que es el
dato que realmente importa y es el que determina el riesgo de enfermedad del
corazón, depende más de factores genéticos que de la cantidad de colesterol en
la comida.
Se sabe ahora que la cantidad de
colesterol que se fabrica diaria y constantemente en el hígado y los intestinos
es muchísimo mayor que la que podría entrar por la boca, incluso con dietas muy
ricas en colesterol. Además del colesterol sanguíneo, otro factor muy
importante en evaluar el riesgo cardíaco es la cantidad de lipoproteína de baja
densidad (LDH), también conocida como colesterol malo. Esta sustancia es responsable
de transportar el colesterol total a los tejidos y, por tanto, capaz de hacer
que el colesterol se pegue a las arterias y origine la arteriosclerosis.
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